y su fuente-lavatorio
Al borde del agua y al pie del acantilado, el pueblo de Corn nos encandila con su discreción. En su corazón, una resurgencia, cuyo arroyo surgió como por arte de magia de un grotto, alimenta un lavadero y surca el pueblo en un delicioso susurro. Por encima de estas aguas cristalinas, alcemos la vista para ver los primeros acantilados altos. Un momento natural totalmente relajante.
Deambulamos por las callejuelas bordeadas de glicinas. Abajo, bajo el puente de orillas floridas, unas mesas de madera nos invitan a un picnic entre los árboles. En cada ladera, los castillos de Goudou y Rooquefort nos recuerdan los conflictos señoriales de la época medieval.